Hay dos días en los que nunca pienso: ayer y mañana.

lunes, 2 de noviembre de 2009

21 de diciembre de 1839

Una lágrima lacerante recorre mi desvaído rostro mientras afuera de esta lóbrega estancia, las nubes me acompañan desprendiendo su agua tras haber ganado su batalla contra el Sol. ¿Por qué cielo, por qué gozas lloviznar todos los días en los que asgo esta pluma y danzo ante el papel para ella? Cientos de letras encadenadas una tras otra me acompañan hoy, como todos los domingos desde hace ya cinco meses. Julio, agosto, septiembre, octubre y diciembre fueron marcados en mi, en mi mente, en mi corazón. Diecinueve hermosas semanas han trascurrido, y yo he ido observando cada rincón de tu esbelta figura de mujer, tus marcados bucles que te acompañan al compás de tus andadas hacen que un sonoro suspiro salga de mi interior en busca de un remedio para enlazarse a ti e a tu alma. Amada mía, el universo intenta revelarse ante nuestro amor, no quiere que nuestros caminos sean dirigidos hacia un mismo destino. Demetria, querida Demetria... tantas historias sostienen mi ser, tú y yo sumergidos bajo los versos de Shakespeare, tú serías mi Julieta y yo tu Romeo, juntos e escondidos hasta el final de nuestros días. Demetria, Demetria, Demetria, amor, quiero que un celestial susurro acompañe el viento y delicadamente roce mis oídos en la misa del próximo domingo, donde el ciclo volverá a empezar, día lluvioso, oscuro y frío tras los enfados de las nubes contra el cielo.

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