Hay dos días en los que nunca pienso: ayer y mañana.

domingo, 13 de junio de 2010

Barcelona – Praga


Prisas y más prisas para hacer la maleta. Pesa demasiado, me decía una voz por dentro. Con todo el follón de la vaga no sabíamos si coger el tren o no. Al final fuimos con transporte público. ¿Quién deja el coche en un aeropuerto para que le metan la clavada del siglo? Pocos. Llegamos a la ciudad Checa y directos al hotel. ¿Eso qué era? Parecía de una película de miedo. Subimos al cuarto y nos medio instalamos. Las habitaciones estaban divididas en dos. Me había tocado con 3 compañeros, dos chicas y un chico. Así que sacamos el colchón de uno de los cuartos y lo pusimos para dormir las tres juntas. A las 5 de la mañana la gente corriendo por los pasillos y me desperté. ¡Hacía un sol radiante! Creía que me había dormido y me sobresalté. Pero volví a dormirme, no me costó demasiado. A los desayunos me bajaba con mi Colacao. Sí, sí, ¡qué allí no había! Nos vestimos y emprendimos nuestro primer viaje en tranvía. Quién nos iba a decir que cogeríamos tantísimos después. Visitar, andar, visitar, andar. Jo, qué bonito que era todo. Después por la noche volvimos a ir al puente de Carlos aunque nadie quería ir, todos teníamos muchísimo sueño. Pero fuimos y valió la pena. Se hicieron unas fotos que no tienen precio. Al volver al hotel, volvió la rutina. Jugar a cartas. Un par o tres de partidas y todos ya cansados. Pero aún así no nos íbamos a nuestras respectivas habitaciones hasta que se nos caía la cabeza. El segundo día fuimos al barrio judío. ¡Qué llantos me pegué! Las lágrimas bajaban por mis mejillas apuradas. Salieron tantas... Algo se me estremeció al ver aquello. Dibujos, escritos, nombres, tumbas... No sé, pero lo recuerdo y vuelvo a llorar. También fuimos al castillo. ¡Qué vistas! Por la noche volvimos salir. Nos dejaron tiempo libre pero acabamos unos 8-10 sentados en un banco en una de las plazas de Muzeum. Volvimos y obviamente, otra vez cartas. Al tercer día fuimos al campo de concentración de Terezin. Otra vez a llorar. Otra vez vi el dibujo que tanto me impacto en el barrio judío. Comimos en el pueblo ese. ¡Lo qué nos costó encontrar un lugar! Al final acabamos casi todos ahí metidos. Unos compañeros hicieron un simpa y los dueños nos buscaron con coche hasta que nos encontraron. Fue muy fuerte. Esa noche fuimos a una discoteca. La primera vez que iba a una. Supongo que tampoco estuvo tan mal del todo. Al principio no quería ni entrar pero acabé bailando un poquito. Y el cuarto día me pateé con Laura media ciudad. Íbamos de arriba abajo y de abajo arriba en busca de souvenirs para traerlos a Barcelona. Al final los acabamos encontrando al mejor precio. Después el avión salió con retraso y llegamos casi a las 12 de la noche cuando debería haber llegado a las 21. Turbulencias, fotos, cantos y risas. Entonces... ¿repetimos? ¡Claro!

1 comentario:

  1. Los viajes, tienen ese noseque que se te mete en el cuerpo...

    yo estoy desenaod tambien irme de viaje yaa!

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